Con esta publicación, continúa la segunda parte de la serie “Historias de Karate, relatos de un Sensei”*, donde Shihan Juan Jorge Noceda Moreno prosigue su historia, luego de conocer a su primer maestro Sensei Kenshiro Majima e iniciarse en el karate a inicios de la década de años 70’s del siglo pasado.
Aunque podría parecer contradictorio el que en esta disciplina marcial encontrara un refugio para su espíritu rebelde por la situación social que se vivía en aquella época, Shihan Jorge Noceda quedó prendido por la fuerza de voluntad y autodominio que comenzó a sentir y vivir en cada uno de sus entrenamientos, aún a pesar de lo estricto y rudo de las prácticas, hasta alcanzar su Cinta Negra, algo que él mismo nos platica.
Autodescubrimiento
El cambio en mi personalidad lo fue viendo mi familia, poco a poco. Yo era un joven introvertido y poco sociable, pero con el karate, cada vez era más seguro. El karate da seguridad a uno mismo, hace que se controle esa rebeldía que uno siente. Cuando uno es muy pasivo y de repente explota, se quiere golpear y patear las cosas, pero con el karate eso se tranquiliza. Hay un equilibrio en la personalidad, porque uno toma confianza en lo que hace, y cuando uno hace las cosas bien, las cosas van bien, y sino, cuando menos queda la satisfacción de que las hicimos bien.
Además, una de las cosas que tiene el karate es que nos enseña que todo lo que iniciamos lo debemos terminar, como en los estudios, un proyecto, lo que sea, hay que concluirlo. Y eso mismos es en la práctica del arte marcial.
Recuerdo muy bien una vez en que el maestro me pidió que le tirara un golpe a la cara, mientras él estaba dando una explicación; era para defenderse de una agresión con la defensa, entonces yo estaba viendo hacia abajo por la cuestión del pelo largo, entonces se lo tiré, sin que él me hubiera dado la indicación y yo solo tiré el golpe mientras él miraba hacia los otros estudiantes.
Pero cuando ya estaba cerca de su rostro, en menos de un segundo me detuvo el puño con la palma de su mano abierta cerca de su boca. Eso para mí fue algo así como ¿qué hizo, cómo lo hizo?
Primeros kumites
Yo no faltaba a mis clases, siempre estaba a tiempo, no faltaba, tenía un compañero que era más o menos del mismo tiempo en que yo entré, y como a los tres o cuatro meses de entrenar, nos citaron a una reunión y nos avisaron que iban a haber unas clases especiales de combate, porque ya comenzaban las competencias en el mundo.
Nos explicaron que estas clases estaban abiertas a todos los grados y grupos. Acudí junto con este compañero (éramos cinta blanca). Empezamos como 60 alumnos, pero a los dos meses quedábamos ocho nada más, porque sí había muchos golpes y algo de sangre, por la falta de control y la novatez, y solo este compañero y yo nos mantuvimos…
Sobre mi primer combate o kumite, recuerdo que fue algo muy natural, era cinta blanca, no tenía la idea de lo que podía doler un golpe de karate, comenzamos y… bueno, el hecho fue que volví a llegar a casa con los ojos morados. Mis padres me veían y decían: “pues qué pasó, no que ibas a aprender a defenderte”. Pero ya luego no me decían nada.
Eran unos combates muy sabrosos, aunque muy duros, siempre tuvimos el cuidado de no lastimar, no lesionar; pero no se podían evitar los moretones, en brazos, piernas y ojos.
Kenshiro Majima, un gran Maestro
Un día estaba entrenado y haciendo la patada de lado en la clase que daba el maestro Majima y, por distraerme al ver a una muchacha, me resbalé y fui a caer en el piso y sonó el golpe en todo el dojo ¡zas! el “costalazo”.
Todos se botaron de risa y fue entonces que el Maestro Majima demostró su gran calidad como persona, porque de inmediato me llamó e hizo una demostración conmigo para que todos dejaran de reírse. Eso para mí fue como decir “no voy a permitir que se rían de un accidente o descuido” y, por el contrario, me dio ánimo para seguir haciendo el ejercicio. Eso es ser un gran Maestro.
El maestro Kenshiro Majima era una persona muy refinada, exquisita, lamentablemente solo estuvo menos de un año en México, porque falleció en un accidente en la carretera de Querétaro.
Dojo Miguel Ángel de Quevedo
Luego de la muerte de mi primer maestro muerte no supe qué hacer, me dediqué a buscar una escuela, encontré muchas, pero no eran lo que yo buscaba; decían que era karate, pero no era así, no tenía ni la disciplina, calidad técnica ni el ambiente que se vive en un dojo de karate. Así estuve hasta que me llamó el maestro Matsuura.
Cuando murió Majima, el maestro Hiroshi Matsuura nos avisó que iba a abrir un dojo y fue el que se ubicó sobre avenida Miguel Ángel de Quevedo, en Coyoacán. Me dijo que iban a comenzar las clases ahí; empezamos ocho, pero llegamos a ser más de 300 miembros, hasta que cerró y después estuvo la librería Gandhi, fue un dojo muy famoso.
El maestro Matsuura estaba afiliado con el maestro Hidetaka Nishiyama, quien era el representante de la Japan Karate Association (JKA) en toda América, así que nuevamente sentí lo que era entrenar de nuevo el buen karate.
En ese tiempo me tocó ver un examen, era Juan Jorge Farías, quien junto con Carlos Vila y el Dr. Manuel Mondragón y Kalb, fueron los primeros en ser Cinta Negra de karate en México, y ese día estaba revalidando su grado ante la JKA y, posteriormente, me tocó hacer combate con él, fue algo increíble.
Al hacer combate, uno siente que todo lo puede defender, que puede ponerse con una persona de cualquier condición, y al dojo de Miguel Ángel de Quevedo llegaban muchos extranjeros a entrenar. En una ocasión, llegó un suizo que medía como 1.95 metros de estatura (yo mido 1.62) y dije: yo me puedo defender.
Ese estado de seguridad llega algunas veces, muy pocas… yo tengo un poco más de 52 años de haber iniciado, y pocas veces llega uno a ese estado en el que se dice: lo que me tiren lo defiendo. Ese es un estado especial.
Mi primera competencia fue cuando era Cinta Verde, fue en la Segunda Copa Majima, se hizo luego de su fallecimiento, y aquel que la ganara tres veces se quedaba con el trofeo. Era entre los alumnos de la escuela y de otros dojos. Fue en el hotel María Isabel Sheraton, y fue la primera vez que vimos que se montaba un estrado sobre una tarima, no había tatamis en ese tiempo, pero se pintaba un área para las competencias con público. Había sillones, como en un teatro, porque así era la costumbre para hacer campeonatos mundiales en ese tiempo. Fue muy agradable y emocionante competir en ese evento, entré en kata y kumite, quedé como en cuarto. Pero como no había muchos Cintas Negras entrábamos también los grados menores, en mi caso, de cinta verde, por nuestra decisión o por la orden de nuestro maestro.
Exámenes. La Cinta Negra
Los exámenes los venía a hacer el maestro Hidetaka Nishiyama, que vivía en Estados Unidos, porque el maestro Matsuura no podía examinar, no tenía el rango de examinador. Eso causaba que un examen a veces tardara mucho tiempo en presentarse, y a veces hacíamos dos exámenes el mismo día, porque el maestro así lo consideraba.
A veces éramos unos 70 alumnos los que hacíamos examen, venían de diferentes estados, y como a veces el maestro tardaba hasta un año en venir nosotros teníamos que esperar -es parte de la disciplina- y lo hacíamos con gusto, porque además no había de otra, los maestros japoneses eran muy estrictos en quién podía o no hacer exámenes.
Un examen se presentaba, pero no había prisa de saber si uno lo aprobaba o no, a la semana aparecía una lista en el dojo, en la que venían los nombres de todos los que habían hecho examen, así como los que habían o no pasado. Generalmente iba con una nota que decía “3 o 6 meses o un año”, que era el tiempo que se les daba para volver a presentar su examen.
En ese mismo dojo hice mi Cinta Negra, me la dio el maestro Nishiyama. Fue un proceso natural de ir de cinta blanca a negra, en un mínimo de cuatro años, aunque era común que alguno reprobara. Ese día tuve la fortuna de que, junto con mi compañero Pedro Flores, fuimos los únicos que aprobamos el examen para Cinta Negra.
En un examen que iba para 3er Dan, me tocó hacer combate con uno de tres hermanos argentinos que eran muy reconocidos porque les gustaba hacer combate y eran muy duros y les gustaba pegar; entonces, cuando me toca hacer combate con él, Gerardo Covarrubias, que fue mi compañero y entrenador de la Selección Mexicana, se acerca a mí y me dice que tena cuidado, porque le gusta pegar, yo lo que pensé fue: si me quiere pegar, pues yo le pego primero. Y el maestro Matsuura me gritó desde la mesa con Nishiyama: Noceda, no pegue, no pegue. Pero ya le había pegado y reprobé el examen.
El legado de Sensei Hiroshi Matsuura
Sensei Hiroshi Matsuura, mi maestro, ha sido para mí una persona muy especial. Yo lo valoro mucho por todo lo que hizo por el karate en México y, tal vez, no se le reconoce. Una de las cosas que hizo fue llevar al primer equipo de México a un Campeonato Mundial en 1970 en Japón y los que fueron eran compañeros nuestro dojo.
Pero, principalmente, nos enseño a ser honestos, humildes y disciplinados, porque él era así, era muy disciplinado y entrenaba todos los días, a parte de sus clases, que a excepción de los domingos, eran todos los días.
Con él entrenamos como diez años en el dojo de Miguel Ángel de Quevedo, hasta que vino la etapa de la devaluación en México, fue antes de 1990.
El maestro Matsuura siempre estuvo muy bien relacionado a nivel político, le dábamos clases a varios políticos, entre ellos a la escolta de Hugo Cervantes del Río, quien fue Secretario de la Presidencia de la República.
Antes de que cerrara el dojo de Miguel Ángel, el maestro Matsuura nos citó a una reunión con los cintas negras y se presentó con el maestro Nishiyama, nadie esperaba que él llegara. Estaba sentado el maestro Matsuura, en medio Nishiyama y a su lado el maestro Shuhei Tsukada, y se hablaron varias cosas, entre ellas las que podíamos hacer exámenes a 4 kyu.
Cuando Nishiyama tomó la palabra, abrazó a Tsukada y lo señaló con el dedo y dijo: a mí, este no me gusta, pero ahora, es mi representante en México. Esto da una idea de que si eres de una organización, sigues siendo de esa organización, le guste o no hasta al mismo jefe, y la necesidad o el orden, hace imperante que sucedan estas cosas, y el que él haya dicho eso delante de todos nosotros, hizo pensar muchas cosas y de ahí en adelante hubo muchas separaciones entre nosotros mismos.
Continuará…
También lee: Historias de Karate, relatos de un Sensei: Jorge Noceda Moreno (1a parte)
*”Historias de Karate, relatos de un Sensei…” surgió luego de una plática entre Sensei Álvaro Ruiz Muñoz, miembro de la directiva y tesorero de la ISKF-México, respecto a la importancia de recuperar historias relacionadas con el Karate Do y Sensei que han sido parte importante y aportado un legado para el arte marcial, más allá de los aspectos deportivos.
Con ello, deseamos destacar sus trayectorias y conocerlos como son, grandes maestros y personas.
Comentarios
Publicar un comentario